18.7.06

Con visita Papal o sin ella. La derecha reaccionaria se reorganiza.

La reciente visita del papa alemán o la presencia de la selección española en el Campeonato Mundial de Fútbol o el proceso de negociación con ETA o la reforma del Estatuto de Cataluña o la asignatura de religión en los colegios o el matrimonio de las parejas homosexuales o ... La lista podría continuar.


Ante cada acontecimiento, el último fue la visita del ultraderechista Papa a Valencia, nos alarmamos por la osadía que manifiestan los sectores ultrareaccionarios españoles, sean los políticos del PP y sus cargos públicos o sean la jerarquía católica o jerarcas militares o algunos medios ultras de comunicación o quien sea.

Demostrar las incongruencias y descaradas falsedades de los discursos y propuestasde los diversos sectores reaccionarios resulta imprescindible. Es una tarea pedagógica que requiere constancia. Ahora bien, podríamos preguntarnos ¿por qué ante cualquier ocasión y acontecimiento los sectores ultrareaccionarios se muestran tan ofensivos y contundentes? .

Ya Aznar apuntó hace años que tenían que actuar ‘sin complejos’ y, ciertamente, así lo hacen. Antes disimulaban sus discursos ultrareaccionarios en envoltorios ‘moderados’, que ahora no necesitan. Incluso los más ultras se permiten amonestar despectivamente a aquellos reaccionarios que no se manifiestan suficientemente ofensivos y contundentes. Esto acontece en todos los ámbitos.

El sector más ultra del PP no permite que los barones ‘moderados’ muestren el mayor signo de duda ante la ofensiva que ejercen contra el gobierno del PSOE, al que tienen bastante bloqueado. En la jerarquía católica, aunque perdieron las últimas elecciones internas, dirigen la Iglesia con desparpajo absoluto, no permitiendo que los moderados se distancien de ellos. En la judicatura, el control ‘jurídico’ del sector ultra es amplio, emitiendo sentencias que animan a los sectores reaccionarios. En la prensa, sucede otro tanto. Y así podríamos enumerar diversas áreas.

Pienso que este problema no sólo se refiere a la derechona típica española. La Ley de Partidos, por ejemplo, fue pactada por PP y PSOE. Si miramos a Europa, tanto conservadores como liberales osocialdemócratas, e incluso verdes, participan y legislan hacia el fortalecimiento reaccionaria de los Gobiernos y los Estados. ¿Por qué?

Desde el centro del Imperio emanan también políticas reaccionarias. No es sólo un problema de esta etapa de Bush II. Clinton mantuvo una política de recortes de las libertades, de intervenciones militares (Haití, por ejemplo). Bush II aplica un ritmo mayor y sin complejos. Es más burdo, cierto, pero sólo eso.

La Unión Europea no desmerece. La política reaccionaria se ha extendido. Algunos pretenden aplicarla envuelta en un lenguaje moderado, y a un ritmo más comedido e intentando la complicidad de las burocracias sindicales, sociales, políticas e intelectuales, mientras otros la aplican sin más y sin mediaciones ni intermediarios. Pero la política reaccionaria es común a todos ellos.

Por ello, porque los reaccionarios se saben que los moderados empujan en la misma dirección, como es el caso español, se sienten seguros y actúan sin complejos. Y esta unidad política-intelectual se refuerza aunque se expresen en diferentes partidos. Todos ellos defienden una política neoliberal de expropiación de la riqueza social. Quieren usurpar la riqueza social allí dónde esté y apropiársela con total desparpajo. Saben que ello genera descontento y la mejor manera de contrarrestarlo, han debido de pensar, es fomentar a los movimientos reaccionarios que antes estaban ocultos, que no dormidos, dentro de los moderados.

Ofensiva neoliberal y ofensiva reaccionaria son los dos caras de la misma moneda. Algunos quieren ocultárnoslo. Otros ya no y de ahí que actúen sin complejos. Que se gastan más de 5.000 millones de pesetas para organizar un amplio movimiento reaccionario en torno a la visita del Papa... pues claro. Que no hay dinero luego en Valencia para asuntos sociales... pues claro. De eso se trata. El problema es que estas cosillas nos sorprendan. Indignarnos, sí; pero sorprendernos no deberíamos.

Gus

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